martes, noviembre 20, 2007



Decía mi maestro, mientras pisábamos descalzos la escarcha de la mañana, que “debemos sentir”. Aludiendo a los pájaros que revoloteaban a nuestro alrededor, tan ajenos al futuro, tan presentes y auténticos. Lo decía, reivindicando una existencia primitiva del Ser, ancestral y casi mágica, en consonancia con el Universo.


Debemos sentir” implicaba inevitablemente dolor. Un dolor caleidoscópico que se transforma, dominado por la consciencia de padecerlo. Y sobre esa superficie blanda del pensamiento, en el que el dolor parece tratar de ocuparlo todo, surge una luz tenue, que mira al cielo y dice:

“Mañana, el dolor no será más que un recuerdo, mientras lo aprendido podrá durar para siempre. Este frío que atraviesa mis huesos se habrá reducido a palabra. Las sensaciones no pueden recordarse, solo se pueden sentir.


Mis pies están cálidos ahora,
Y los pájaros aún revolotean en el corazón.


miércoles, noviembre 14, 2007




viento y agua




Soy, por cuanto he dejado de ser.

Hacia delante, el camino de la desnudez.