martes, abril 17, 2007





Las experiencias profundas no se eligen. Nos eligen.
Cuando puedes decidir, no te llegan.
Porque la memoria del corazón es un arrecife de barcos hundidos.


sábado, abril 14, 2007


Arquitectura de intenciones

Tal vez, vaciarse sea uno de los fines más difíciles de lograr. Son tantas y tan pequeñas las piedras con las que llenamos los bolsillos, que requiere esfuerzo, tiempo y talento descubrir el modo de desnudarse. No ya para los demás o hacia ellos, sino por y para uno mismo. Desconozco si existe algún otro modo de poder conocerse.

Un detalle que me resulta muy interesante, que puede parecer obvio en apariencia, es que todo vacío conlleva silencio. Y no es un silencio impuesto ni decidido. No es un silencio “hecho”. Ni siquiera es un silencio buscado. Es la consecuencia. La sensación casi inapreciable de que, en ese preciso instante, se esta alcanzando. Por desgracia, no se puede retener. Fluye. No hay que aferrarse a su necesidad, sino experimentarla al máximo.

Quitarse las intenciones, conlleva enfrentarse a tus propios miedos. Y verlos, de alguna manera, hace que desaparezcan. Precede siempre a la aceptación de uno mismo. De cuanto percibimos que somos. Ya que, llegados a este punto, ya no hay intención de ser, sino conciencia de que se Es.

Pero todo esto no son más que palabras, dedos que apuntan a la Luna.

Hay muchas facetas de la Vida que solo pueden ser experimentadas como tal. La Realidad es indiferente a nuestras elucubraciones o anhelos. Desmontar la arquitectura que diseñamos día a día permite ver el terreno sobre el que edificamos nuestros sueños, la auténtica geografía del corazón.






jueves, abril 12, 2007





Brisa en las trincheras






No busques una fuerza superior más allá, sino aquí, en tus propias manos, en tu carne. Estáis hechos de tempestades, amigo mío. Y son vuestras ansias y anhelos quienes convulsionan sociedades y estados. Cuando creas que todo esta perdido pero, aún así, te veas en el camino, aprecia hasta donde alcanza el poder de la Vida. Habéis nacido para persistir en la adversidad y caer en el olvido de la vejez. Y no es más trágico que el otoño que arrastra sus hojas. Hay una belleza intensa en todo ello. Si abres bien los ojos, descubrirás cómo se reflejan vuestras cúspides más veneradas en las simas de los pozos.

Cuán romántico destino el de Ser Humano, arrastrándose entre sus delirios de grandeza y desconcierto, para difuminarse bajo las marismas del Tiempo. Tan solo ese instante, en el que siente que está vivo y toma conciencia de la inmensa comunidad que le constituye, se vuelve único e irrepetible.

Suerte, mi amigo. Aunque no la necesitas. No existe. Solo existe la Naturaleza y esa estrecha línea imaginaria que la divide en aquello que te rodea y lo que tú te consideras.

No trates de cambiar el Mundo. Cambia tú. Todo lo demás será una consecuencia…

En cuanto a mi, prometo mover el cabello de tus sienes hasta que caigas rendido en el combate.


Estaciones de servicio

Aún huele a gasolina en la vieja estación de Reedhouse, aunque hace más de quince años que se cerró por falta de clientes. La carretera que va a Desmont es una serpiente en medio de rocas milenarias y bosques de pino. Quedó obsoleta con la construcción de la autovía y, poco a poco, todos sus negocios desaparecieron. La gasolinera aguantó hasta el final. El último coche que se detuvo a repostar fue un Ford del 75. Lo conducía un tipo polvoriento, con gafas de pasta y barba de tres días.

Mi primer beso lo di en la trastienda que había en la estación, rodeado de bidones de aceite viejo y repuestos oxidados. Lucy siempre contrastaba con el entorno por sus vestidos de verano llenos de colores. Le deje una pequeña mancha negra en su mejilla al acariciarla con mis manos y soltó una carcajada. Posiblemente ya sabía que manchaba todo aquello que caía en mis manos.

La parte más calurosa de la estación se encontraba, sin duda, en el foso que había al fondo del taller de reparaciones. El viejo Bill trató innumerables veces de colocar un ventilador en la zona superior, pero debido a las insistencias del consorcio técnico, las paredes y, especialmente, el techo estaban construidos con hormigón armado. Era prácticamente imposible taladrar el techo para colocar algún objeto pesado. Tal vez por eso, abundaban las lámparas de suelo, que dotaban al taller de cierto aire misterioso y sofocante.

Cuando Lucy se graduó en la universidad, utilizamos uno de los tanques para llenarlo de agua y jabón. Queríamos darle una buena sorpresa. El surtidor número tres comenzó a echar espuma por todas partes. Fue una idea tan descabellada como divertida. La manguera quedó inutilizable para carburante. Le pintamos un corazón rojo en la placa de su número y, desde entonces, quedó destinada a lavar el suelo y refrescar el tejado durante el verano.

Karen, la camarera, tenía el don de desconcertar a cualquier cliente cuando soltaba un comentario al tiempo que movía sus caderas. Los amores son como estaciones de servicio, no puedes continuar sin detenerte en ellos, pero tarde o temprano sabes que deberás irte – decía sonriéndote, mientras te servía un donut.

No sé si Lucy fue o no una estación de servicio. Desconozco si yo fui para ella un taller mecánico. Recordarla es como tocar el terciopelo. Creo que me enamoré de su ausencia. Se me aparecía en los silencios de los hoteles o escondida en la brisa del cuentakilómetros, entre sombras de valles y reflejada en otros cuerpos...

Tengo noticia de que se casó hace tiempo con un vendedor de tragaperras. Puedo imaginármela, rodeada de niños, aburrida y cansada. Él jamás la tendrá en su vestido de verano. Incluso ella habrá perdido ese recuerdo, posiblemente. Yo lo siento como mío. Me pertenece. Se me aparece. Cada vez que cruzo esta carretera para evitar el atasco de la autovía. Cada vez que paso por delante del viejo surtidor. Cada vez que se me enreda aquel dichoso beso adolescente…